Este viernes 14 de abril se conmemora el día de concientización sobre esta silenciosa enfermedad que tiene a más de 6 millones de personas infectadas en el mundo y con una incidencia anual de 30.000 casos en la región de las Américas. Académicas de la Universidad de Chile advierten que la vinchuca, el principal agente transmisor del parásito causante del Mal de Chagas, podría extender su presencia en el territorio debido al cambio climático y que hoy, pese a existir medicamentos con un alto porcentaje de efectividad, las personas tratadas etiológicamente no llegan al 1% de los infectados.
Pese a que la enfermedad se conoció a comienzos del 1900, recién en el año 2020 la Organización Mundial de la Salud estableció el 14 de abril como el Día Mundial de la Enfermedad de Chagas (ECh), con el objetivo de concientizar sobre esta enfermedad y avanzar en servicios de salud equitativos e integrales para todos los afectados. Esta preocupación se sustenta en que pese a las altas cifras de infectados a nivel global –6 millones de personas, con una incidencia anual de 30.000 casos en América y 9.000 recién nacidos infectados durante la gestación– esta enfermedad es considerada por la OMS como una “neglected tropical disease” o “enfermedad tropical desatendida”.
Chile tampoco es la excepción. Esta enfermedad, causada por el protozoo parásito Trypanosoma cruzi, sigue presente en nuestro país, pese a que Chile se declaró libre de transmisión vectorial domiciliaria en 1999. Según la académica de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, Carezza Botto, la confirmación habitual de casos a nivel nacional “se puede deber a varios factores. Primero, esta enfermedad puede tomar muchos años en aparecer, incluso décadas. Por lo tanto, los nuevos casos pueden corresponder a gente que se infectó muy joven, pero sólo recientemente presentó síntomas de la enfermedad o fue diagnosticada al donar sangre (es decir, un hallazgo)”.
“Segundo, otra forma de transmisión es la vertical, es decir, de madre a hijo. Por lo tanto, parte de los nuevos casos puede deberse a mujeres infectadas con el parásito que han tenido hijos con la infección. Por último, aun cuando la especie de vinchuca asociada históricamente a los domicilios (Triatoma infestans) está controlada, existen otras tres especies de vinchucas silvestres del género Mepraia que también están infectadas con el parásito, se acercan a los domicilios y peridomicilios, donde se alimentan del humano y de los animales asociados al humano”, detalla.
Cómo el cambio climático podría afectar los casos de esta enfermedad
El Mal de Chagas se transmite al ser humano mediante las heces infectadas de insectos hematófagos conocidos como “vinchucas”, las que se encuentran presentes en el norte y centro de Chile, principalmente en áreas con clima mediterráneo, donde el mayor riesgo de contagio ocurre en primavera y verano por la mayor actividad de estos insectos.
Estudios encabezados por la doctora Botto plantean que “el cambio climático tiene el potencial de modificar la distribución de las vinchucas, dado que, como todos los insectos, son organismos ectotermos. Por lo tanto, su desarrollo, reproducción y capacidad de dispersión dependen en gran medida de la temperatura ambiental”. En este sentido, advierte que “si la temperatura aumenta (las temperaturas máximas y mínimas) se puede acelerar su tiempo de desarrollo y podría desplazarse a nuevas áreas donde antes no se encontraban”, específicamente hasta al norte del Biobío.
La importancia de un diagnóstico temprano y un tratamiento integral
La académica del Programa Biología Celular y Molecular de la Universidad de Chile, Inés Zulantay, lleva más de 40 años trabajando con pacientes que padecen esta enfermedad e investigando sobre su tratamiento. Es por eso que enfatiza que, en el marco de esta conmemoración, es importante hacer un llamado “a aunar esfuerzos, ideas, conocimientos y experiencia, junto a colaboraciones y alianzas multisectoriales para su control y eliminación, lo que hoy tiene carácter global”.
La profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile señala que es “fundamental” un diagnóstico oportuno, especialmente en hijos de madres con esta enfermedad, pues “mientras más precoz sea el diagnóstico y confirmación de la infección, el tratamiento debería ser administrado con prontitud y, de esta manera, será posible confirmar la curación en un alto porcentaje de los casos, con las herramientas parasitológicas y serológicas de evaluación disponibles en Chile”.
Dos son los fármacos aceptados universalmente para tratar esta enfermedad: Nifurtimox (Lampit, Bayer) y Benznidazol (Abarax, Laboratorio Elea), ambos disponibles en el país. Si bien estos medicamentos pueden presentar efectos secundarios, los beneficios son mayores, ya que “en fase aguda, ya sea adquirida a través del vector Triatoma infestans (vinchuca), por vía trasplacentaria o congénita, por transfusiones, por vía oral (contaminación de jugos y alimentos con deyecciones de vinchucas infectadas), por trasplantes (de donante u hospedero con ECh), o por accidente de laboratorio, un promedio del 70-75% tiene curación”.
“Una excepción la constituyen los casos congénitos que, si son tratados dentro del año de la infección, curarán en un porcentaje cercano al 100%. En la fase crónica de la parasitosis, el tratamiento tiene por finalidad disminuir la infección congénita al tratar a mujeres con Enfermedad de Chagas en edad fértil, evitar el desarrollo de la cardiopatía chagásica crónica (fase más grave de la infección) y disminuir la prevalencia de la infección y diseminación (Apt, Zulantay y Salas. Rev Med Chile)”, explica la académica.
Pese a todos estos antecedentes y a que en Chile existen alrededor de 120.000 pacientes con la enfermedad de Chagas, la profesora Zulantay asegura que “hasta la fecha se ha tratado etiológicamente a menos del 1% de ellos, tal como sucede en la mayoría de los países endémicos”.
Frente a este problema, agrega, “nuestro grupo de investigación ha contribuido al tratamiento de la Enfermedad de Chagas desde hace tres décadas en diversos aspectos (normativos, diagnósticos, básicos, ensayos clínicos y nuevos criterios de evaluación de eficacia, entre otros), pero los esfuerzos, cuantitativamente, no son suficientes. Sin duda, nuestro país está en deuda con todas las personas que aún no han sido tratadas y una deuda significativamente mayor con aquellas personas que ya no tienen posibilidades de ser tratadas, pues han evolucionado a la etapa determinada de la enfermedad (compromiso cardíaco y/o digestivo) o sobrepasaron la edad necesaria para ser incluidas dentro de los grupos prioritarios”, sentencia.